Que tu alimento sea tu medicina

Bien dijo Hipócrates: «QUE TU ALIMENTO SEA TU MEDICINA»; y aún aquellos que tienen un pensamiento ortodoxo y extremista, hoy admiten que la nutrición es la forma más potente de revertir las desastrosas estadísticas de salud que nos muestran directamente la degeneración de la especie humana.
Realmente si observáramos un mínimo de hábitos consecuentes con nuestra condición biológica -aire puro, alimentos integrales, ejercicio, agua y sol-, no tendríamos una juventud obesa, una mediana edad abatida por enfermedades degenerativas y un futuro sanitario estigmatizado por el consumo de cada vez más medicamentos (a esto último, algunos le llaman progreso).

Sin olvidar ni tan solo un segundo la importancia de la nutrición, un día hacemos una distinción que marca un paso evolutivo: «QUE TU PENSAMIENTO SEA TU MEDICINA«; nuestras elecciones provienen de la mente, y si esta no funciona asertivamente, muy difícilmente podamos desarrollar la actitud adecuada que nos oriente a la elección de los buenos alimentos, relaciones nutritivas, trabajos productivos… Una actitud «adecuada» es un factor que adelanta varios pasos en el desarrollo personal.

La evolución es inevitable, y sin dejar atrás ni contradecir a la nutrición y el pensamiento, vuelve a expresarse una visión más amplia y abarcadora de todo lo que es: «QUE LA EXISTENCIA SEA LA MEDICINA».

Cuando elegimos una manzana en lugar de un chocolate o un trozo de carne de cerdo, podemos observar como esto afectará nuestro colesterol, glucemia, higiene intestinal, etc; sin embargo, observemos como esto afecta al planeta. Meditemos acerca de su influencia en la cadena de producción, en el ejemplo para nuestros hijos, en el medio ambiente. Observemos el perfil de este camino hacia adelante y hacia atrás.

Tal vez, luego de inquirir sobre este aspecto nos encontremos sorprendidos; es probable que miremos un árbol, y en una dirección, veamos semillas, frutos, oxígeno, bosques, animales, sol; y si lo hacemos en otro sentido, encontraremos madera, un carpintero, amor, esa silla que te encanta, y así sucesivamente… ¡Siempre acabamos en el Big Bang!… El tiempo se desdibuja con su ilusoria linealidad y lo sentimos presente con todas sus memorias.

Esta es una forma de vivir, un paradigma al cual nos podemos subir, y al hacerlo nos volvemos plenamente concientes de los mundos que podemos crear con un pequeño gesto; si nos despreocupamos de los tiempos, los méritos y los resultados, y vivimos sólo en amor y escuchando el corazón, la percepción alcanza la esfera multidimensional, y nuestras acciones, como si fuéramos «educacionesencial.org Cósmicos», comenzarán a crear universos de gracia.

Por Claudia Cirelli y Pablo de la Iglesia

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