
Somos libres.
Siempre fuimos libres.
Nuestra cárcel es una ilusión, un simple auto-engaño.
Construimos el piso de nuestra prisión con el cemento de la ignorancia.
Y las paredes con los ladrillos del apego, la aversión, el orgullo y los celos.
Nuestros grilletes son las culpas y los miedos.
Llevamos una eternidad atrapados en esta jaula ilusoria hasta que un día dejamos de luchar con las cadenas y las paredes.
Nos serenamos, levantamos la mirada al cielo, que siempre estuvo allí, sobre nosotros.
Ese cielo no se limita al rectángulo que vemos sino que se extiende más allá, infinitamente más allá.
Desde ahí vemos nuestra verdadera faz, la reconocemos y la aceptamos.
Entonces, nuestras cadenas se esfuman y las paredes se disipan por si mismas.
Pero aún nos queda el último escollo,
la última victoria del guerrero de la luz en esta guerra sin lucha con el verdadero enemigo que siempre estuvo dentro,
el último paso, más allá que más allá,
superando nuestra ignorancia fundamental,
EL EGO.
Lama Trinlé Gyamtso – Juan Ángel Armada